lunes, 29 de abril de 2013

ES FÁCIL MORIR EN LA MONTAÑA
Capítulo VII

La sed se estaba convirtiendo en una molestia importante. No podía respirar por la nariz porque necesitaba grandes cantidades de aire para suplir mi sangre y a cada bocanada de aire que cogía, más seca sentía la boca. Como estábamos parados y todavía descansando, aproveché para intentar respirar por la nariz y generar un poco de saliva.

No sé si mis compañeros estaban en la misma situación. A mi derecha tenía a Raúl , a mi izquierda a Jorge, y delante a los demás. Se notaba que Raúl hacía deporte. Sudaba como todos, y estaba cansado como todos, pero jadeaba menos, y no se notaba que sus músculos estuvieran a un paso de explotar. 
Empecé a temer que pronto reanudaríamos la marcha y así fue. Alex, actuando de líder, se puso en pié y los demás hicimos lo mismo. A nuestra derecha teníamos una losa vertical de piedra , que actuaba como límite de todas las piedras quebradas que nos faltaban por subir. Miré hacia arriba y vi una imagen bastante especial: Estábamos subiendo una especie de rampa que daba paso a un salto mortal ( o eso parecía ) un par de cientos de metros más arriba. De fondo, el cielo azul refrescaba las piedras grisáceas y marrones que subíamos con dificultad. Tampoco puedo describirlo mejor porque mi cabeza había asumido que donde menos molestaba era mirando al suelo, lleno de piedrecitas pequeñas entre otras más grandes que teníamos que subir.

Ya no me guiaba por las pisadas de David, porque no veía sus píes. Las escuchaba cercanas pero no me sentía por la labor de alzar la vista. Mis muslos me dolían de una forma nueva. Cuando subía un paso más, se hinchaban "rompiendo" una pared de cristal , hipotética, cuyos fragmentos se me clavaban hondamente en mi músculo. Además, por cada paso, se hinchaba un poco más, sintiendo así que podía estallar en cualquier momento haciéndome perder el equilibrio.
No era agradable. Pero tampoco podía decir nada ; no iba a mover a todos los chicos para bajar cuando estamos tan cerca de nuestra meta. En cuanto pensé esto, miré a los chicos que me sacaban unos tres metros de distancia. Quise recortarla pegando un acelerón , pero solo conseguí cansarme más y humillarme a mí mismo.

Nadie estaba pendiente de nadie. Era difícil aguantar el calor que se encaramaba a nuestras espaldas, y la sed que drenaba nuestras bocas. La meta estaba a apenas un cuarto de hora. Intenté articular una palabra para pedirles un descanso pero me fue imposible. Me moría. Lo sentía por dentro. De hecho, me paré en seco, salivé todo lo rápido que pude y jadeé.
-No puedo más chicos..., de veras, estoy hecho polvo. No queda nada pero podríamos hacer el último descanso- 
En ese instante, todo mi comportamiento durante la marcha me pasó como un rayo por mi cerebro. Había estado aparentando ser un chico que no era, reírme de cosas que no me hacen gracia, someterme a las decisiones de un grupo de chicos solo por estar en él : no había sido mi mejor día. Estas cosas me rondaban en la cabeza y me desmotivaban tanto que casi suelto una lágrima. Los chicos seguían deliberando el descanso. Pero deliberaron tres siglos y medio. Eso me fastidió. Era más que evidente que ellos querían descansar pero mientras se lo pensaban lo hacían, así no admitían su malestar. "Deliberamos" tres minutos y seguimos. 
No me había servido para nada descansar. El agotamiento de mi cuerpo resurgió en nada y yo seguía cansado. Mientras subíamos una cuesta que se me hizo enorme, empecé a pensar en cualquier tipo de cosas para pasar el tiempo.
Y me dí cuenta de una realidad horrible: creí que me estaba dando mal de altura.
No lo mencioné antes, pero hubo momentos de la marcha, en los que estuve pensando mil y una cosas malas de cada persona que se me pasaba por la cabeza .Pensaba en sacar defectos a todos mis compañeros, pensaba en motivos para odiarles, parecía que alguna fuerza malvada se apoderara de mi mente. Lo peor es que estaba de acuerdo con esa fuerza. Odiaba a Alex por tener que asumir el papel de líder siempre, odiaba a Raúl y Jorge por restregarme su buena forma física por la cara, odiaba a todas las chicas por cuchichear miles de cosas para ellas... No era yo. Repugnaba el cansancio, sentía dolor y furia, pero me di cuenta que no sabía por qué estaba tan enfadado.
A medida que forzaba a mis dañados músculos a actuar, mi odio empezaba a fluir por todos los aspectos de esta marcha:
Las piedras ardientes y redondas que descansan mientras miran como las subimos me causaban ira. El viento que me empujaba, dudando mis cualidades, y en vez de refrescar, atenta mi piel me causaba molestia. Incluso David, que avanzaba por delante de mí, a un paso grácil y fuerte, dejándome en evidencia ante mi mismo me enervaba, dios, no sabéis cuanto me enervaba.

Estos pensamientos me estaban comiendo la cabeza a un ritmo impresionante. El mal de altura , en teoría, es sufrir mareos y encontrarte mal, no decía nada de volverse loco y tener alucinaciones. Lo más curioso de esto es que toda esta rabia se estaba canalizando en mi forma de andar. Sumido en mis pensamientos, no me había dado cuenta de que tenía a apenas un palmo a David, en frente de mis narices.

-David, tío, ve más rápido- dije con un tono más borde de el que podéis interpretar, debido a mis jadeos
-Buah, voy reventado, no puedo ir más rápido- me respondió pausadamente
-Entonces déjame ir delante- solté de la manera más inmediata que pude
David me miró un segundo para ver si iba en serio o no. No me gustaba que no me tomara en serio, lo detesté.
-Es igual, paso- y me adelanté hasta ponerme por delante de él a un ritmo bastante bueno. ¿Por qué era tan borde? De verdad, si antes habéis visto como odiaba a todo el mundo, ahora encontré la última cosa que podía odiar en este momento: A mí mismo

Ahora , íbamos a atravesar una parte llena de piedras pequeñas y tierra cuando se detuvieron en seco. Y pude ver como Jorge se rascaba la nuca preocupado por algo. No debía de quedar nada para la cima. La gran apertura que os dije antes era una "puerta" que unía el circo de Gredos con la inmensidad de lo que había al otro lado. Al girarme para ver todo lo que habíamos recorrido, y en parte por el calor, en parte por mi cerebro agotado, parecía que las rocas se estaban derritiendo. Formando un desnivel de algo parecido a la roca fundida que parecía precipitarse sobre la laguna. Era precioso, en verdad.
Más arriba se veían estacas pétreas e imponentes que aguantaban en equilibrio, otros trecientos metros por encima de nosotros. Qué pequeños somos, qué frágiles somos y qué poco importamos cuando te ves en esa situación. La montaña nos desafiaba a coronarla y nosotros debíamos hacerlo, por orgullo, por ira, por venganza..

Pero seguíamos quietos en el sitio. Les preocupaba algo y era ya muy tarde para preocuparse por la sed,o por el hambre o por el cansancio.

- Es que..claro, pasar esto así, después de subir tanto es muy peligroso- escuché
- Ya , pero mira, no nos queda de otra que seguir,¿subimos no?- replicó, creo que Jorge, yo estaba muy sumido en mis pensamientos.
- ¿Pero que os pasa?-por fin dijo David aclarándonos.
- Es que vamos a tener que caminar por un trecho de piedras pequeñitas y tampoco hay mucho espacio para agarrarse-
-Bueno,pero con cuidado se puede cruzar esto de sobra, otra cosa es que estés cansado , nena- dijo David dirigiéndose a Alex, que le devolvió una mirada a modo de respuesta.

Otra vez, Alex tuvo que volver a asumir su papel de líder y demostrarnos cómo él puede seguir con esto y cómo nosotros debíamos asumir su supremacía. Esa mirada me sentó de una manera extraña. Me imaginé siendo el líder de la marcha, me imaginé sentado en lo alto de una roca al final de la abertura, sujetando una cantimplora y mirando con desprecio y aire de superioridad a los demás. Era poder. Sentía como el poder me emanaba por las manos y recorría todo mi cuerpo hasta llegar a los pies. Quizá era  la adrenalina de llegar a la meta y cumplir el objetivo que tanto me iba a definir el siguiente curso. O puede que por fin los demás me vieran como uno más, qué digo, como Alonso.

-Debemos subir, vamos, yo os guío- con esto , concluí mis pensamientos que salieron sin pensárselo dos veces por mi boca.

Nadie se movió de donde estaban, pero si que entornaron la cabeza hacia mí, mientras caminaba fatigado y sediento hasta colocarme a la altura de Alex. El olor de la montaña se había convertido en olor a sequedad y calor. Mientras subía, había levantado una nube de polvo color ocre que me había entrado directamente a la garganta, ya que estaba respirando por la boca.
Tenía toda la lengua seca y salivar se convertía en una ardua tarea para la que no tenía tiempo. Rectifico, si mis compañeros seguían mirándome absortos sí que podía pasarme un par de minutos más salivando. Me miran con desprecio y con asco. Lo sé, ahora soy una amenaza para su pequeño grupo oligárquico de "machotes" que lideran la marcha.
Ojalá nunca hubieran subido aquí. Son una pérdida de tiempo y me van a retrasar. Ellos siguen perplejos mirando todo cuanto les rodea, como si estuvieran pensando en retirarse. ¿No me habían forzado a subir hasta aquí? ¿No querían ellos sofocar su ira con esta marcha inútil en esta puta montaña alejada de la civilización? Pues aquí estamos, y no voy a rendirme ni siquiera pensarlo hasta que corone la cima, y todos me miren con un nuevo aire.

Esto no es sólo subir unos cuantos metros más bajo el sol, por encima de la montaña. Esto es un antes y un después en mi vida y en todo lo que ella supone. Mi padre no volverá a atormentarme con sus insultos , ya no podrá decirme que soy la vergüenza de la familia. Ahora soy yo el que tiene las riendas de esto y con los demás idiotas o sin ellos , voy a seguir subiendo.

-Cardo, espera un segundo. Si te esperas a que descanse un poco, te acompaño, pero no vayas tan deprisa, te puedes resbalar..- dice David mirando a el suelo que piso
-Cardo no, Alonso. Y vamos a subir ya. Daros prisa o subo sin vosotros-
-Venga, estamos. Déjame ir delante a mí, ve tú detrás si quieres- dice Alex

Otra vez. Lleno de ira otra vez. Dejo pasar a Alex para seguir subiendo un poco más, aunque en realidad aprieto tanto los dientes que se me rompe el extremo izquierdo de un incisivo. El dolor del diente me hace calmarme un poco. Estamos a unos tres minutos de llegar arriba, sólo que no es exactamente arriba. Es como os he dicho antes, una subida hacia la nada. Se ve el cielo azul celeste en el que rebotan los rayos del sol que hoy no se ha cortado nada en calentarnos; el suelo está formado por tierra y grava pequeña que cuando la pisas sin cuidado, te hace deslizarte unos metros más para abajo. Hay que caminar de lado y con pasos pequeños, pues detrás tenemos una cuesta de unos 60 metros de grava que antes no habíamos visto , y estamos a unos 70º grados de inclinación.
Como os imagináis, caminar se hace duro y difícil. El cansancio de los músculos ya casi no tiene que ver puesto que para dar cada paso paramos y nos lo pensamos. Tengo a David y a Jorge detrás , Raúl está a mi lado y me hace sentir un poco seguro ya que es corpulento y si me caigo me podría sujetar.
Doy un paso y resbalo de una manera que parece hasta ensayada. Me deslizo trece metros por la cuesta y mis manos y pies hacen de "trineo" de la arena. Todos se quedan petrificados porque creen que me iba a morir o algo , y David es el que dice a Raúl que se baje un poco para tenderme una mano.

Ahora es cuando me vuelvo a sentir impotente. No necesito su ayuda. Puedo subir yo solo perfectamente sin necesidad de que ningún atleta descienda para burlarse de mí; así que antes de que pueda bajar un poco, doy un acelerón unos 6 metros para arriba que me cuesta un aullido de dolor. Mis cuádriceps acaban de estallar. De hecho, me ha dado un tirón y me he desplomado sobre la cuesta de rodillas. Raúl ha podido agarrarme del hombro mientras yo me retuerzo de dolor y pateo contra el suelo intentando buscar una postura en la que no me duela el ligamento. Esto significa el fin de la marcha, no voy a poder continuar y cada vez me duele un poco más el ligamento. Los segundos que paso retorciéndome de dolor se me hacen eternos hasta que, con ayuda de Jorge, Raúl me incorpora a donde están ellos.

-¡Estás loco!-
-Casi te matas, de verdad. ¿En qué demonios estabas pensando?¿Sabes lo que vale un helicóptero?-
-Venga , Cardo. Ya está, quédate aquí que nosotros terminamos la marcha en nada y te ayudamos a bajar-

Esto último de sacó de quicio. No había suficiente humillación que hayan tenido que bajar a ayudarme para que encima, Alex el líder predilecto, me humille y desprecie de esa manera.
De repente, siento unas fuerzas increíbles que me recorren todos los músculos. Siento un nuevo impulso de ira , como el que sentí cuando vi la placa. Pero esta vez no lo puedo canalizar hacia mis piernas doloridas para avanzar hasta arriba, no. Esta vez quiero canalizarlo hasta Alex. Lo quiero ver muerto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario